Obsesiones (Trastorno Obsesivo Compulsivo)

Casi todo el mundo tiene algún pensamiento obsesivo, y también es frecuente que se realicen determinados rituales de forma repetitiva sin mucho sentido, por eso hablamos de trastorno obsesivo compulsivo sólo cuando las obsesiones o las compulsiones (los actos repetitivos) son tan recurrentes o intensos que:

  • Llevan a alterar de forma importante la vida de la persona (por ejemplo, cuando suponen pérdidas de tiempo superiores a una hora cada día).
  • Implican un deterioro de la actividad laboral (por ejemplo, el sujeto tiene que abandonar varias veces su puesto de trabajo para comprobar algo).
  • Cuando llegan a afectar a la vida personal y familiar de forma significativa (por ejemplo, el sujeto tiene que levantarse ocho veces por la noche para comprobar si la llave del gas está cerrada).

Las personas con un trastorno obsesivo compulsivo suelen reconocer, sobre todo al inicio de su problema, que estas obsesiones o compulsiones son exageradas o irracionales, lo que no significa que sean capaces de pararlas o evitarlas.

Técnicamente, las obsesiones se definen como ideas, pensamientos, impulsos o imágenes de carácter persistente que el individuo considera intrusas e inapropiadas y que provocan una ansiedad o malestar intensos. Aunque la persona es consciente de que estas obsesiones son el producto de su mente, a veces se siente incapaz de controlarlas y considera que no encajan en el tipo de pensamientos que él debería tener.

Obsesiones más frecuentes en el trastorno obsesivo compulsivo

En el inmenso catálogo de obsesiones destacan como más frecuentes las que se mencionan a continuación:

  • Contaminación (por ejemplo, contraer una enfermedad al estrechar la mano de los demás, al tocar la barra para agarrarse del autobús o al manejar dinero).
  • Dudas repetitivas (por ejemplo, preguntarse a uno mismo si se ha realizado un acto en concreto, como haber olvidado cerrar la puerta del coche con llave).
  • Disponer las cosas según un orden determinado y ser incapaz de tolerar el que no estén así colocadas (por ejemplo, se sienten muy mal si alguien les cambia de posición unos libros o unos objetos que estaban colocados simétricamente; no obstante, no les importa tanto cuando no están en su casa o su despacho).
  • Miedo a tener un impulso de carácter agresivo u horroroso (por ejemplo, miedo a hacer daño a alguien con un cuchillo o a gritar obscenidades en una iglesia).
  • Fantasías sexuales (por ejemplo, una imagen pornográfica recurrente que no se desea tener).

Estos pensamientos, impulsos o imágenes no deben obedecer a problemas reales de la vida real: alguien que esté preocupado todo el día por la posibilidad de que le despidan no debería ser diagnosticado de obsesivo si trabaja en una empresa que pasa por una mala situación económica. En realidad, la mayoría de las obsesiones tienen poco que ver con dificultades o problemas reales de la propia vida.

La persona que sufre estas obsesiones trata con frecuencia de ignorar o suprimir estos pensamientos o impulsos, o bien neutralizarlos mediante otras ideas o actividades (es decir, con lo que denominamos “compulsiones”). Por ejemplo, alguien preocupado por si se ha infectado al coger el cambio de un billete puede tratar de “purificarse” lavándose las manos muchas veces o de una manera determinada (muy intensa, con productos muy abrasivos, siguiendo un orden determinado…); o alguien que teme que a sus hijos les sobrevenga una enfermedad por haber pisado unas baldosas en la parte en que forman una cruz puede rezar diez padresnuestros para evitar esa desgracia.

Por tanto, técnicamente las compulsiones se definen como comportamientos (por ejemplo, lavados) o actos mentales (por ejemplo, rezar o repetir una palabra cien veces) de carácter recurrente, cuyo propósito es prevenir o aliviar la ansiedad o el malestar, pero no proporcionar placer o gratificación. En la mayoría de los casos los obsesivos se sienten impulsados a realizar la compulsión para reducir el malestar que lleva consigo un pensamiento determinado o bien para prevenir algún acontecimiento o situación negativos.

Es frecuente que las personas con trastorno obsesivo compulsivo lleven a cabo actos fijos o estereotipados acordes con reglas elaboradas de manera personal y que se sientan incapaces de explicar por qué hacen las cosas así. Por definición, las compulsiones resultan claramente excesivas (por ejemplo, en el caso del lavado o comprobar una y otra vez si se ha cerrado la puerta) o no están conectadas de forma racional con las ideas que deben neutralizar o prevenir (por ejemplo, en el caso de pisar la cruz de las baldosas). Como hemos visto en los ejemplos, las compulsiones más habituales son las de lavado o limpieza, las comprobaciones, las demandas o exigencias de certeza (preguntar una y otra vez si se ha hecho tal cosa), los actos de carácter repetitivo y la puesta en orden de objetos.

La mayoría de los adultos que presentan un trastorno obsesivo compulsivo reconocen en algún momento que sus obsesiones o las compulsiones son excesivas o irracionales, pero esto no se cumple necesariamente en el caso de los niños debido a que, por su edad, puede que no dispongan todavía de la suficiente capacidad para distinguir lo racional de lo irracional. No obstante, existen adultos que no ven del todo insensatas ciertas obsesiones o compulsiones, aunque sean muy raras. Por supuesto, si el individuo aquejado de este problema no las juzga como irracionales es muy improbable que trate de resistirse a ellas.

También es muy frecuente que, con el paso del tiempo y después de repetidos fracasos al intentar luchar contra las obsesiones o compulsiones, la persona “se rinda” y ya no trate más de combatirlas.

Dado todo lo que se ha descrito sobre este cuadro se comprenderá por qué puede llegar a ser uno de los trastornos más incapacitantes y frustrantes de toda la psicopatología.

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